Friday, October 23, 2020

Marina Combis tSp1ons6uoerue edhg · 🎶 En el día de su cumpleaños comparto una entrevista que le hice a José Pepe Colangelo durante el Festival de Tango del año 2018. ¡Feliz cumple querido Maestro! 🎶 LA NOCHE DE JOSÉ COLANGELO Referente de toda una generación pianística, José Colangelo ya cumplió todos sus sueños, pero sigue intentando muchos más junto a la música. Pianista, director y compositor, José Leonardo Colangelo nació en 1940 en Buenos Aires. Si bien su debut fue a los quince años, la oportunidad de destacarse como pianista llegó cuando Leopoldo Federico lo incorpora a su orquesta, que acompañaba a Julio Sosa. Pero la consagración llegó al reemplazar a Osvaldo Berlingieri en la orquesta de Aníbal Troilo. ¿Su padre tocaba el bandoneón? Papá tocaba el bandoneón, pero en realidad el que mejor lo tocaba era mi tío abuelo, Salvador. Mi padre había tocado en algunas orquestas de barrio y en comparsas como Los verduleros o Los Marinos Unidos del Plata, pero cuando se casó con mi vieja ella le dijo: “Se terminó la milonga” y tuvo que dejar el bandoneón. A mis siete años, cuando decidí que quería empezar a tocar el piano, mi madre averiguó por una profesora del barrio y empecé a estudiar con el material de tango que mi viejo tenía en casa. En ese momento mi viejo volvió a agarrar el fueye, recuerdo que se abría la ventana de la sala de mi casa, pasaban los del barrio y decían: “Ahí está Nardo con el nene tocando tangos”. Mi viejo fue un gran impulsor de mi trabajo. ¿Cómo fue la creación de su orquesta junto con Leopoldo Federico? Yo tenía veintiún años cuando un señor alto y grandote tocó el timbre de la casa de mi mamá. Era Leopoldo Federico que venía a probarme para formar una orquesta con él y con Julio Sosa. Era una época en la que estaba muy mal el tango, tiempos del Club del Clan que había copado la parada. Sin embargo, éramos los únicos que podíamos competir con ellos y hacíamos cuatro o cinco show los sábados y domingos, además de hacer varios carnavales al mismo tiempo, más la televisión y la radio. Grabábamos tres o cuatro long play por año. Recorrimos todo el interior del país. Maestro, usted tiene una forma muy particular de tocar, con gran energía e histrionismo. Leopoldo Federico cada vez que tocaba lo hacía como si fuera la última vez, algo que me transmitió a mí, tomé de esa savia y también soy de los que ponen todo arriba del escenario, creo que hay que transpirar la camiseta. Toco con mucho amor y sentimiento, realmente lo siento así. Por eso me desbando, soy inquieto, dirijo, gesticulo. Es mi manera de sentir el tango. ¿Cómo fue su relación con Troilo y cómo nació su devoción por él? Tuve la suerte de haber sido el último pianista de Aníbal Troilo, durante casi ocho años, de poder disfrutar muchísimas cosas y enseñanzas que me van a quedar para toda la vida. El Gordo me enseñó cosas muy importantes. Me trataba de pibe y de usted. Un día me dijo: “Pibe, usted toca con alegría, no la pierda, no deje que le roben el moño de comunión”. El Gordo fue un genio, un tipo bondadoso, inteligente, único. Porque fue un enorme intérprete, un gran compositor y director y además sabía cantar tan bien que todos sus cantantes también lo hacían, porque sabía cómo tenía que poner la orquesta para que el cantante se luciera. Y cómo tenía que estar la orquesta cuando iba el instrumental. Hay una anécdota que siempre cuento que fue cuando le pregunté: “Maestro, yo tengo este solo, ¿cómo quiere que lo haga?”. Pichuco me miró a los ojos y me dijo: “Usted tiene pibe, ponga”. Me daba libertad total para que yo pudiera hacer el solo como a mí me gustaba. Pensé entonces lo felices que habrían sido los pianistas que pasaron por su orquesta, que pudieron hacer lo que ellos sentían. Y Troilo nunca dejó de ser Troilo. Creo que así pasó con Goñi, con Figari, con Basso y con el Tano Berlingeri, a quien tuve que reemplazar y no fue nada fácil. ¿Dónde fue su debut con la orquesta de Pichuco en el año 1968? En un bar que se llamaba Relieve, en Diagonal Norte y Florida. En realidad, dos años antes había estado diez días con Pichuco, porque en el año 1966 el Tano Berlingeri se había ido a Estados Unidos y me pidió que lo cubriera. A los dos años, cuando se desvincularon Berlingeri y Baffa de la orquesta todos se preguntaban quién iba a ser el pianista. Pichuco dijo que iba a volver a tocar el bandoneón y que fueran a buscarme. Yo estaba en ese entonces en un bolichón de Palermo Viejo, donde tocaba con Ciriaco Ortiz, Carlitos Ruiz y Ubaldo De Lío. Un día se acerca un señor al lado mío y me pregunta si yo era José Colangelo, a lo que siguió una pregunta directa: “¿Usted quiere empezar con Troilo?, y yo le respondí: “¿Usted me está cargando? Entonces Ciriaco dejó el bandoneón, se rascó la cabeza y me dijo: “Pibe, decile a tu mujer que compre otra olla, ahora vas a comer todos los días”. ¿Me podría contar la anécdota de la noche en que Pichuco le regaló un pañuelo de hilo suizo hecho a mano? Eso para mí fue increíble, porque yo llegaba a Relieve sin ensayo, con los bolsillos del smoking llenos de miedo, y en la puerta me estaba esperando el maestro Troilo, que me abrió los brazos y me dio la bienvenida. Fue ahí cuando me preguntó si yo tenía una moneda y él me regaló el pañuelo como símbolo de una amistad que duró para toda la vida. Como usted dijo, la actitud de Pichuco era coherente con su proverbial paternalismo que ejercía con gran sabiduría. Pichuco no tuvo vida privada para ser un poco de todos nosotros. Vivió exclusivamente para su público, era muy generoso. Y algo que otros directores no tuvieron nunca, él era feliz cuando aplaudían a sus cantores y a sus músicos. Cuando los aplaudían demasiado el Gordo les decía: “Hijo, ahora tiene que irse, y no vuelva”. Les decía eso porque esos artistas ya tenían ganada la batalla para seguir creciendo. El que nunca se quiso ir del todo fue el Polaco Goyeneche, que si bien siguió su carrera como solista siempre buscaba la oportunidad para volver a cantar un tango con Troilo. ¿Qué otros pianistas han sido fundamentales en la historia del tango? Creo que el primer pianista de tango fue Roberto Firpo. Y a partir de ahí sigue una lista interminable. Otro pianista importante fue Francisco De Caro, con dos bandoneonistas que hicieron escuela, me refiero a Pedro Laurenz y Pedro Maffia. Osmar Maderna hizo tangos muy hermosos como “Concierto en la Luna”, “Lluvia de estrellas”, ese vals precioso que es “Pequeña”, entre muchos otros. Además de un gran pianista fue un estilista, tuvo un estilo muy personal, primero en la Orquesta de Caló y luego en su propia orquesta. A partir de 1967, acompañó con distintas formaciones a cantores de tango muy importantes: Roberto Goyeneche, Alberto Marino, Mario Bustos, Roberto Florio, Raúl Berón, Néstor Fabián, Alba Solís, Nelly Vázquez, Susana Rinaldi y muchos otros. Creo que grabé con todos los cantores. También con Libertad Lamarque, con Valeria Lynch, hasta con Plácido Domingo. Las grabaciones con Hugo Díaz son maravillosas. Grabé en el último disco de Falcón, para la Orquesta de la Ciudad que dirigía Raúl Garello y todo lo de Rubén Juaréz. Trabajé con mucha gente porque tuve la suerte de vivir una época en la que se grababa permanentemente. Cada grabadora en su momento tenía su propio estudio, Víctor, Odeón, Columbia. Llegué a grabar más de cien long play por año. Entre los años 1969 y 1971, poco después de haber comenzado a tocar con Troilo, formé el Cuarteto Colangelo con el que editamos cuatro volúmenes, pero sin dejarlo nunca a Pichuco. ¿Cómo será la presentación en la Usina del Arte en el marco del Festival de Tango? Nos presentaremos con un septimino que será de novela y con la actuación de la cantante Gabriela Rey. Luego de sesenta años de carrera sigo sintiendo esa adrenalina entre el público y yo. Pero lo primero es contagiar a mi grupo, en esta oportunidad voy a llevar un grupo hermoso de músicos, con Horacio Romo en bandoneón, Daniel Falasca en contrabajo, Manuel Quiroga en violín, Elizabeth Ridolfi en viola, Ariel Rusoniello en chelo y César Rago como segundo violín. Voy a intentar hacer cosas diferentes, nuevas, estoy con muchas ganas y voy a poner lo mejor de mí. Espero que este Festival de Tango no se termine nunca, me parece muy inteligente que lo dirija un joven que sabe tanto de tango como es Gabriel Soria. Sé que va a ser un éxito como todos los años. Por Marina Combis para TANGO BA Marina Combis 1nta9i hdume agoSepstteSofnoash dSoSSse r20Seud1etd8 · Entrevista al maestro José Pepe Colangelo, por Marina Combis. #TANGOBAFestivalyMundial #CoberturaPeriodística http://festivales.buenosaires.gob.ar/2018/tangofe… Ver más

 

🎶 En el día de su cumpleaños comparto una entrevista que le hice a
José Pepe
Colangelo durante el Festival de Tango del año 2018. ¡Feliz cumple querido Maestro! 🎶
LA NOCHE DE JOSÉ COLANGELO
Referente de toda una generación pianística, José Colangelo ya cumplió todos sus sueños, pero sigue intentando muchos más junto a la música. Pianista, director y compositor, José Leonardo Colangelo nació en 1940 en Buenos Aires. Si bien su debut fue a los quince años, la oportunidad de destacarse como pianista llegó cuando Leopoldo Federico lo incorpora a su orquesta, que acompañaba a Julio Sosa. Pero la consagración llegó al reemplazar a Osvaldo Berlingieri en la orquesta de Aníbal Troilo.
¿Su padre tocaba el bandoneón?
Papá tocaba el bandoneón, pero en realidad el que mejor lo tocaba era mi tío abuelo, Salvador. Mi padre había tocado en algunas orquestas de barrio y en comparsas como Los verduleros o Los Marinos Unidos del Plata, pero cuando se casó con mi vieja ella le dijo: “Se terminó la milonga” y tuvo que dejar el bandoneón. A mis siete años, cuando decidí que quería empezar a tocar el piano, mi madre averiguó por una profesora del barrio y empecé a estudiar con el material de tango que mi viejo tenía en casa. En ese momento mi viejo volvió a agarrar el fueye, recuerdo que se abría la ventana de la sala de mi casa, pasaban los del barrio y decían: “Ahí está Nardo con el nene tocando tangos”. Mi viejo fue un gran impulsor de mi trabajo.
¿Cómo fue la creación de su orquesta junto con Leopoldo Federico?
Yo tenía veintiún años cuando un señor alto y grandote tocó el timbre de la casa de mi mamá. Era Leopoldo Federico que venía a probarme para formar una orquesta con él y con Julio Sosa. Era una época en la que estaba muy mal el tango, tiempos del Club del Clan que había copado la parada. Sin embargo, éramos los únicos que podíamos competir con ellos y hacíamos cuatro o cinco show los sábados y domingos, además de hacer varios carnavales al mismo tiempo, más la televisión y la radio. Grabábamos tres o cuatro long play por año. Recorrimos todo el interior del país.
Maestro, usted tiene una forma muy particular de tocar, con gran energía e histrionismo.
Leopoldo Federico cada vez que tocaba lo hacía como si fuera la última vez, algo que me transmitió a mí, tomé de esa savia y también soy de los que ponen todo arriba del escenario, creo que hay que transpirar la camiseta. Toco con mucho amor y sentimiento, realmente lo siento así. Por eso me desbando, soy inquieto, dirijo, gesticulo. Es mi manera de sentir el tango.
¿Cómo fue su relación con Troilo y cómo nació su devoción por él?
Tuve la suerte de haber sido el último pianista de Aníbal Troilo, durante casi ocho años, de poder disfrutar muchísimas cosas y enseñanzas que me van a quedar para toda la vida. El Gordo me enseñó cosas muy importantes. Me trataba de pibe y de usted. Un día me dijo: “Pibe, usted toca con alegría, no la pierda, no deje que le roben el moño de comunión”. El Gordo fue un genio, un tipo bondadoso, inteligente, único. Porque fue un enorme intérprete, un gran compositor y director y además sabía cantar tan bien que todos sus cantantes también lo hacían, porque sabía cómo tenía que poner la orquesta para que el cantante se luciera. Y cómo tenía que estar la orquesta cuando iba el instrumental. Hay una anécdota que siempre cuento que fue cuando le pregunté: “Maestro, yo tengo este solo, ¿cómo quiere que lo haga?”. Pichuco me miró a los ojos y me dijo: “Usted tiene pibe, ponga”. Me daba libertad total para que yo pudiera hacer el solo como a mí me gustaba. Pensé entonces lo felices que habrían sido los pianistas que pasaron por su orquesta, que pudieron hacer lo que ellos sentían. Y Troilo nunca dejó de ser Troilo. Creo que así pasó con Goñi, con Figari, con Basso y con el Tano Berlingeri, a quien tuve que reemplazar y no fue nada fácil.
¿Dónde fue su debut con la orquesta de Pichuco en el año 1968?
En un bar que se llamaba Relieve, en Diagonal Norte y Florida. En realidad, dos años antes había estado diez días con Pichuco, porque en el año 1966 el Tano Berlingeri se había ido a Estados Unidos y me pidió que lo cubriera. A los dos años, cuando se desvincularon Berlingeri y Baffa de la orquesta todos se preguntaban quién iba a ser el pianista. Pichuco dijo que iba a volver a tocar el bandoneón y que fueran a buscarme. Yo estaba en ese entonces en un bolichón de Palermo Viejo, donde tocaba con Ciriaco Ortiz, Carlitos Ruiz y Ubaldo De Lío. Un día se acerca un señor al lado mío y me pregunta si yo era José Colangelo, a lo que siguió una pregunta directa: “¿Usted quiere empezar con Troilo?, y yo le respondí: “¿Usted me está cargando? Entonces Ciriaco dejó el bandoneón, se rascó la cabeza y me dijo: “Pibe, decile a tu mujer que compre otra olla, ahora vas a comer todos los días”.
¿Me podría contar la anécdota de la noche en que Pichuco le regaló un pañuelo de hilo suizo hecho a mano?
Eso para mí fue increíble, porque yo llegaba a Relieve sin ensayo, con los bolsillos del smoking llenos de miedo, y en la puerta me estaba esperando el maestro Troilo, que me abrió los brazos y me dio la bienvenida. Fue ahí cuando me preguntó si yo tenía una moneda y él me regaló el pañuelo como símbolo de una amistad que duró para toda la vida.
Como usted dijo, la actitud de Pichuco era coherente con su proverbial paternalismo que ejercía con gran sabiduría.
Pichuco no tuvo vida privada para ser un poco de todos nosotros. Vivió exclusivamente para su público, era muy generoso. Y algo que otros directores no tuvieron nunca, él era feliz cuando aplaudían a sus cantores y a sus músicos. Cuando los aplaudían demasiado el Gordo les decía: “Hijo, ahora tiene que irse, y no vuelva”. Les decía eso porque esos artistas ya tenían ganada la batalla para seguir creciendo. El que nunca se quiso ir del todo fue el Polaco Goyeneche, que si bien siguió su carrera como solista siempre buscaba la oportunidad para volver a cantar un tango con Troilo.
¿Qué otros pianistas han sido fundamentales en la historia del tango?
Creo que el primer pianista de tango fue Roberto Firpo. Y a partir de ahí sigue una lista interminable. Otro pianista importante fue Francisco De Caro, con dos bandoneonistas que hicieron escuela, me refiero a Pedro Laurenz y Pedro Maffia. Osmar Maderna hizo tangos muy hermosos como “Concierto en la Luna”, “Lluvia de estrellas”, ese vals precioso que es “Pequeña”, entre muchos otros. Además de un gran pianista fue un estilista, tuvo un estilo muy personal, primero en la Orquesta de Caló y luego en su propia orquesta.
A partir de 1967, acompañó con distintas formaciones a cantores de tango muy importantes: Roberto Goyeneche, Alberto Marino, Mario Bustos, Roberto Florio, Raúl Berón, Néstor Fabián, Alba Solís, Nelly Vázquez, Susana Rinaldi y muchos otros.
Creo que grabé con todos los cantores. También con Libertad Lamarque, con Valeria Lynch, hasta con Plácido Domingo. Las grabaciones con Hugo Díaz son maravillosas. Grabé en el último disco de Falcón, para la Orquesta de la Ciudad que dirigía Raúl Garello y todo lo de Rubén Juaréz. Trabajé con mucha gente porque tuve la suerte de vivir una época en la que se grababa permanentemente. Cada grabadora en su momento tenía su propio estudio, Víctor, Odeón, Columbia. Llegué a grabar más de cien long play por año. Entre los años 1969 y 1971, poco después de haber comenzado a tocar con Troilo, formé el Cuarteto Colangelo con el que editamos cuatro volúmenes, pero sin dejarlo nunca a Pichuco.
¿Cómo será la presentación en la Usina del Arte en el marco del Festival de Tango?
Nos presentaremos con un septimino que será de novela y con la actuación de la cantante Gabriela Rey. Luego de sesenta años de carrera sigo sintiendo esa adrenalina entre el público y yo. Pero lo primero es contagiar a mi grupo, en esta oportunidad voy a llevar un grupo hermoso de músicos, con Horacio Romo en bandoneón, Daniel Falasca en contrabajo, Manuel Quiroga en violín, Elizabeth Ridolfi en viola, Ariel Rusoniello en chelo y César Rago como segundo violín. Voy a intentar hacer cosas diferentes, nuevas, estoy con muchas ganas y voy a poner lo mejor de mí. Espero que este Festival de Tango no se termine nunca, me parece muy inteligente que lo dirija un joven que sabe tanto de tango como es Gabriel Soria. Sé que va a ser un éxito como todos los años.
Por Marina Combis para TANGO BA
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